sexta-feira, 6 de maio de 2011

ESPIRITUALIDAD DE LA REGLA CONCEPCIONISTA
TRES GRANDES FIGURAS
GASPAR CALVO MORALEJO, OFM
Conferencia en la Casa Madre de la Orden,
el 18 de febrero de 2011

Desde la reconquista de la imperial ciudad de Toledo, del poder de los moros en 1085, los celebrados Palacios de Galiana, con la iglesia de Santa Fe, inmediaciones de la Plaza de Zocodover, eran propiedad de los reyes de España La reina Isabel la Católica, en 1484, se los regala a la antigua dama de palacio Beatriz de Silva y al grupo de jóvenes que siguen el ejemplo de su vida, para que puedan fundar el monasterio que desean en honor de la Concepción Purísima de María. La proximidad al convento de S. Francisco brindaba a la Reina una gran garantía y seguridad para la atención espiritual de Beatriz y sus compañeras. Hechos los trámites oportunos, llegaría de Roma la bula pontificia reconociendo la fundación del monasterio en honor de la Concepción Purísima., en los Palacios de Galiana, y la iglesia de Santa Fe, como la reina Isabel y Dñ. Beatriz de Silva solicitan. El papa Inocencio VIII firma en Roma la bula ”Inter universa” en que concede la fundación del nuevo monasterio de la Concepción de Santa María, el 30 de abril de 1489, y se haría pública en 1491.
Pudiera decirse que este monasterio de la Concepción de Santa María, fue el semillero en que el carisma de la orden concepcionista, sembrado por la M. Beatriz, se manifiesta en sus hijas, las primeras que se benefician de la gracia de la misma llamada del Señor. Carisma que se irá completando como manifiesta el proceso de su desarrollo en la vida comunitaria que entonces inician. La M. Beatriz tiene la satisfacción de poder ver sus inicios. Al fallecer inesperadamente la fundadora el 17 de agosto de 1491, a los pocos días de recibir la bula fundacional “Inter universa”, no desaparece con su muerte el carisma concepcionista, inicialmente por ella recibido. De su conservación son responsables ahora aquellas primeras hermanas que lo han compartido y que de el se benefician, Son ellas las que tienen que cuidar con fidelidad de su conservación y desarrollo en lo sucesivo, como el Espíritu Santo también se lo ha confiado.
Con el asesoramiento de los mismos consejeros y superiores religiosos que habían ayudado a Beatriz en la fundación del monasterio, piden por eso ahora al Santo Padre les conceda poder establecer otros monasterios, a semejanza del ya existente en Toledo, y ponerlo bajo la regla de Santa Clara y quedar incorporadas a la vida monástica, Y con la vinculación franciscana, sin identificarse con las hermanas clarisas, poder alcanzar un mejor florecimiento de su espiritualidad concepcionista. Los consejos y consignas de la M. Beatriz, que gozosamente viven en la nueva peculiaridad de su vida monástica, les ayudan a conservar la originalidad de su carisma concepcionista, un nuevo brote en la espiritualidad franciscana, a cuya jurisdicción queda sometido.
La bula ”Ex supernae providentia” de Alejandro VI, (19./8./1494), que se ejecuta el 5 de noviembre de 1494, será la respuesta pontificia a los deseos que las concepcionistas manifiestan en su petición, y un reconocimiento de la legitimidad de sus aspiraciones. Al autorizar, a la vez, la fundación de nuevos monasterios en los que se vivan las peculiaridades concepcionistas del toledano, para lo que establece que estén sometidas a la regla de las monjas clarisas e incorporadas a la vida monástica de la Iglesia. Nace de esta forma en este año de 1494 la orden de la Purísima Concepción fundada por Santa Beatriz de Silva., vinculada canónicamente ya desde su origen a la orden franciscana. Serán conocidas como concepcionistas franciscanas. Así se reconoce expresamente por el papa Alejandro VI, al aprobar esa forma y orden de vida que se sigue en el dicho monasterio de Toledo.
Será, por eso, el paradigma perfecto en el que la fundación de los nuevos monasterios se inspire y en el que encuentren el modelo ideal con el que conformarse.
Las discípulas de la M. Beatriz y seguidoras de sus enseñanzas son ahora ellas, las que tienen que custodiar con fidelidad el carisma concepcionista, como la bula propone. Son ellas las mediadoras de la gracia del Espíritu Santo, para llevarlo a feliz término y completar la fundación iniciada con su observancia. Contarán para ello con la ayuda de los que fueron superiores y consejeros de la Santa fundadora por voluntad de la Iglesia.
La presencia y colaboración del arzobispo de Toledo Cardenal Cisneros, y del P. Francisco de los Angeles Quiñones, Vicario provincial de los franciscanos, futuro general de la orden y cardenal de la Santa Iglesia, impulsando aquella devoción a la Madre Inmaculada, y la regular observancia, tienen un influjo decisivo en el nacimiento de la nueva orden. Nace con ella un nuevo y peculiar modelo de vida regular mariana, que florece vigoroso en el conjunto de la reforma cisneriana de la vida monástica.
Quieren las monjas, en conformidad con las enseñanzas de su Fundadora, expresar con mayor fuerza, el fervor de aquella su espiritualidad concepcionista, de imitación de la vida de la Virgen, en la observancia de las normas peculiares y distintivas establecidas en el primer monasterio y aprobadas por la Iglesia. Se manifiesta particularmente en la forma de vida en fraternidad y pobreza, en la vivencia de la vida litúrgica con el rezo del Oficio Divino de la Concepción y en el signo permanente de su habito blanco y azul, evocando la Concepción Purísima de María, conforme con cuanto dispone la bula de Alejandro VI .
Para poder ser, en verdad, una orden nueva, no dudan en elaborar su regla propia y distintiva y conseguir la aprobación pontificia. Para ello tratan largamente con el P. Quiñones, entonces provincial de los franciscanos, y con el Cardenal arzobispo toledano, que las asisten y orientan. Y afirma el P, Quintanilla; que determinaron los dos el año 1510 de hacer una nueva Regla, para que fuese con toda perfección, religión y Orden nueva;…que remitieron a Julio segundo con singulares instancias para que la confirmase …y dio su bula de confirmación inserta la dicha regla. En ella encuentran determinada las hijas y compañeras seguidoras de la M. Beatriz, la espiritualidad mariana que desde sus orígenes venían viviendo en aquella peculiar comunidad concepcionista, fundada por Santa Beatriz. Y manifestará la misma regla, que por ser la orden franciscana singular defensora del santo misterio de la Concepción Purísima, los superiores de dicha orden las atenderían espiritualmente, De esta forma, quedará institucionalizado en la nueva regla el carisma recibido en el principio para poder recordarlo a lo largo de los siglos.
Con las normas que las diversas bulas fundacionales aprueban; las experiencias vividas por las monjas desde la primera hora, participando con la M. Beatriz en la gracia de su carisma, del que son herederas y representantes, y la aprobación de la nueva regla por la bula Ad Statum prosperum del papa Julio II el 17 de septiembre de 1511, llega a su culminación todo el proceso fundacional de las concepcionistas.
La inspiración inicial completada con los acontecimientos que influyen decisivamente en su desarrollo y la contribución de la primera comunidad en la explicitación del carisma, adquiere la fisonomía inconfundible de una orden nueva. El hábito blanco y azul, símbolo gozoso concepcionista, con el cordón franciscano, recordará su filiación mariano franciscana, alo que contribuye el rezo del oficio litúrgico de la Concepción, aprobado por la Iglesia y cuya edición prepara para las primeras concepcionistas el franciscano P, Ambrosio de Montesino. Ha habido un desarrollo gradual en la vivencia del carisma originario y una determinación de sus peculiaridades, bajo la guía del Espíritu Santo, con el reconocimiento expreso de la Iglesia, al aprobar la nueva regla.
La celebración del quinto centenario de su aprobación es motivo de evocación gozosa, recordando ahora algunos de los frutos de santidad más eminentes, florecidos en ese rosal venerable plantado por la Santa Madre Beatriz, engalanado con rosas de santidad para gloria de la Trinidad Santa, de la Iglesia, Nuestra Madre y de la Inmaculada.
(continua)

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