quinta-feira, 19 de maio de 2011

(continuação)
LA REGLA
DE LA ORDEN
DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

EN EL HOY DE LA IGLESIA
Carta del Ministro General OFM
a todas las Hermanas
de la Orden de la Inmaculada Concepción,
en el V Centenario de la aprobación de la Regla de la OIC
Juntos entonces, permanentemente, y también ahora
El Señor nos dio este espíritu y esta Regla por medio de las intuiciones de santa Beatriz, por el proceso de reflexión de la primera generación y por la aprobación de la autoridad de la Iglesia. Las hermanas la pidieron, la inspiraron y marcaron el proyecto. Los Hermanos Menores ayudaron, apoyaron, la gestionaron y la explicaron. No sabemos qué manos intervinieron en su redacción, pero sí sabemos qué espíritu los orientó: una auténtica pasión por la Inmaculada, la veneración por la tradición monástica con la lectura franciscana del Evangelio. Sabemos que el P. Quiñones, posteriormente General de la Orden Franciscana, que apoyó la vida de la Regla redactando sus primeras Constituciones y otras orientaciones, muy probablemente él mismo intervino en su redacción.
Además de decirlo los acontecimientos históricos, esta Regla, al tiempo que coloca en el centro el misterio de María Inmaculada y que hereda la venerable tradición monástica, en su mismo texto se coloca en comunión con las preferencias y los rasgos franciscanos, como tomando parte de una corriente de vida en comunión de hermanos y hermanas, hijos de Francisco. Así, hace quinientos años, cuando fue aprobado, este documento logró la formulación de vuestra identidad y nació vuestra Orden, muy unida a la nuestra. Celebrar la Regla es celebrar que somos, cada uno con su originalidad propia, familia, una vocación e identidad compartidas, un destino y una misión que nos une profundamente, siempre en el respeto de nuestras diferencias.

Hoy, quinientos años después de su aprobación, me coloco en la misma postura fraterna y responsable. Al llegar esta hora histórica, en coherencia con el espíritu de la elaboración de la Regla, los hermanos os acompaños, os felicitamos y nos acercamos de nuevo a vosotras para abrazarnos en fiesta ante la generosidad del Señor con vosotras, para aplaudir también vuestra larga fidelidad en la alabanza, servicio e imitación de María Inmaculada, para ayudarnos mutuamente a atisbar la voluntad del Señor y nuestro puesto en este momento en su pueblo, la Iglesia.

Nueva reflexión y discernimiento
Sin duda, la Regla sigue sugiriendo y solicitando nuevas tareas. La celebración del medio milenio no puede ser simplemente un mirar al pasado con agradecimiento y admiración (Cf. NMI, 1). Este centenario ha de llevaros a recibir de nuevo la Regla y su dinamismo espiritual y hacerla vuestra hoy. Debéis dejar que ella ilumine vuestra vida, vuestras aspiraciones, vuestra responsabilidad, incluso vuestros peligros en ésta nuestra hora. Dejarle que os estimule, os impulse y os conduzca a vivir con renovada pasión el momento presente (Cf. Idem).
Esto requiere un discernimiento profundo: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1Ts 5, 21), os dice también hoy a vosotras el Señor. El discernimiento es exigencia de fidelidad si queremos saber “distinguir entre lo que viene del Espíritu y lo que le es contrario” (VC, 73), si queremos signos legibles para un mundo sediento de “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Is 65, 17; Ap 21, 1), si queremos “reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad” de Francisco y de Beatriz (VC, 37). Pero no se trata de largas fatigas, este discernimiento no es otro que el discernimiento que viene realizándose en la Iglesia, y que a nosotros toca aprovechar. Esto, que ahora, os quiero decir, es un reflejo de nuestros esfuerzos, vividos con entusiasmo recientemente en ocasión de recordar el nacimiento de nuestro carisma y Orden, pero sobre todo es un reflejo del pensamiento y sentimientos de la Iglesia. En estas oportunidades, vosotras y nosotros, todos, nos ponemos en escucha renovada de la Iglesia, para observar cómo ella nos valora, cómo nos anima, cómo nos orienta.

Este es precisamente el objetivo de esta carta con motivo de las celebraciones centenarias: quiere acompañaros a vosotras, protagonistas, a releer la Regla y revivirla desde las perspectivas de la Iglesia hoy.

Poniendo amor de hermano que os ama y desea vuestro gozo, vuestra prosperidad, vuestra santidad, vuestra fidelidad, en años pasados en mis cartas me fijaba en un aspecto o en otro de vuestra vocación con el doble nivel de reconocimiento gozoso y de acompañamiento orientativo. Ahora parece que la Regla, al recordarla en su conjunto, está pidiendo una relectura también global.

Ese y no otro es el objetivo del II Encuentro de Presidentas de las Federaciones de la Orden de la Inmaculada Concepción, que, después de solicitar el permiso de la Santa Sede, os he ofrecido como oportunidad y que una Comisión de hermanas yhermanos va preparando con ilusión. Y este es el objetivo del Encuentro celebrativo que reunirá en Toledo a cuantas hermanas quieran participar con ánimo de recuerdo, aceptación, celebración festiva, y liturgia de gratitud.

Sencillamente, como inaugurando estas celebraciones, quiero adelantarme con mi felicitación y con mi trabajo personal de reflexión sobre la Regla en el hoy de la Iglesia.
(continua)

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